lunes, 15 de mayo de 2017

PAMI

En 1971 se pensó estar dando un salto social: un segmento muy vulnerable recibiría cobertura médica; hoy, una de cada 10 personas tiene PAMI. Pero en 45 años ha ido de crisis en crisis, que hacen dudar de su viabilidad. Cuando se fracasa tantas veces, el sistema debe corregirse o la sociedad conmovida por el accidente de Once perseverará en una actitud criminal: la corrupción en el PAMI ha matado más personas aunque esas muertes parecen abstractas. Se sabe desde siempre que hay “gestores” viviendo del PAMI, pero resulta difícil creer que todos sus directivos fueran corruptos o ineficientes. Cabe entonces pensar si no debiera revisarse su matriz estructural. La imposibilidad de elegir es infame: podemos cambiar obra social durante la vida activa, dejando la que nos brinda mala atención, pero nos vemos obligados a permanecer en PAMI, aunque tarde o temprano nuestra suerte dependa de azarosas circunstancias. La continuidad de atención se afecta si durante la vida activa nos asistimos en un modelo clínico y administrativo (y probablemente el mismo médico) y compulsivamente somos cambiados con la jubilación.

Agrupar pacientes del mayor riesgo en un instituto contradice toda regla de sana administración. Con presupuesto de $ 130 mil millones y 15 mil empleados, no hay camas suficientes, geriátricos, ni establecimientos de salud mental adecuados. Las cápitas se digitan entre grupos siempre beneficiados y pocas veces auditados, y las compras se prestan a suspicacias por los intereses en juego (gasta $ 30 mil millones en medicamentos). Tiene una deuda de un mes de recaudación y déficit operativo (pero financia al Estado al invertir en cuatro años $ 14.810 millones en letras del Tesoro). Es una obra social, pero elude el control de la Superintendencia de Servicios de Salud. Es una expresión de un Estado cada vez más grande (lo cual no es bueno ni malo) e ineficiente (5,5 puntos aumentó el gasto público por crecimiento de empleo estatal, y los recortes son bandera de lucha de sus gremios). Una obra maestra de la desmesura engordada por personas de todo nivel que consiguieron posiciones inexpugnables cuando el gobierno enmascaraba su impotencia tomando irresponsablemente agentes (en 2012/16, 483.000).

El sector político manifiesta dolor e indignación, pero elude proponer soluciones racionales. El gigantismo y la crítica situación fiscal exigen una reforma del Estado y el Congreso Nacional debe ser el ámbito de debate, pero su vocación de austeridad es dudosa.
Pepe Mujica, ex presidente uruguayo, al poner la educación como prioridad decía: “Cualquiera podría agregar argumentos sobre ella. Pero probablemente nadie pueda contestar fácilmente ¿a qué vamos a renunciar para dar recursos a educación?, ¿qué proyectos vamos a postergar, retribuciones a negar?, ¿qué obras dejarán de hacerse?, ¿con cuántos ‘no’ habrá que pagar el gran ‘sí’ a la educación?”. Definir los “sí” y los “no” es la gran tarea de la política. Si equivoca prioridades, subsidia a los que más tienen (incorpora por ley prestaciones al PMO que protege sólo a algunos), permite que la corrupción lleve recursos y guíe decisiones (jubilaciones de privilegio a jueces que se resisten a pagar Ganancias), cuando junto al empleado público que pone empeño otro elige no hacer su parte, crea estructuras innecesarias o las mantiene, se regula deficientemente o se permite que el sector privado coopte y determine la política, entonces sumamos “sí” inmorales que implican “no” a demandas importantes, urgentes.
El nuevo director del PAMI redujo sueldos gerenciales (interesante aunque en cifras no sea demasiado). Es tiempo de buscar otro sistema. Eliminar la red de corruptelas que gasta en intermediación parasitaria y desterrar de una vez por todas los pactos ocultos que derivaron en esta degradación política. Las dificultades para recortar bruscamente ese aparato son obvias pero hay que analizar seriamente cuál debe ser su dimensión deseable, pues el Estado está sesgado por su escandalosa negligencia en salud, educación y seguridad, con una maraña de intereses, causa de injusticia social, subdesarrollo, ineficiencia, que condiciona la viabilidad económica y resiente la productividad.

Es otra expresión del escandaloso retroceso colectivo en que 13 millones de personas son pobres hoy cuando entre 1974 y 1982 la pobreza oscilaba entre 8 y 10%. Hay un contexto de esa declinación: un cambio tecnológico-cultural al cual nos cuesta acoplarnos por seguir anclados en el imaginario de un mundo que hace mucho dejó de existir. Y revela el fracaso de una sociedad que sorprendida e indignada, no se hace cargo de la parte que le corresponde por tamaña decepción.
Una nueva visión de PAMI no está a la vuelta de la próxima elección, sino al final de años de reformas políticas, diálogo y acuerdos. Hoy (en términos reales) hay recursos para dar el triple de bienes y servicios, pero muchos siguen esperando un sistema eficiente y equitativo. La cobertura universal verdadera es un camino en el que no sea necesario ir a las 5 de la mañana a pedir un turno, esperar tres meses por un especialista, estudiarse con aparatología obsoleta o ineficiente, y que la ambulancia llegue una hora después de tu ACV y no necesites gritar porque PAMI no escucha. El conformismo (disfrazado de pragmatismo) es la derrota de la política.
Rubén Torres es médico sanitarista. Ex superintendente de Servicios de Salud. Rector de la Universidad ISALUD

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