lunes, 5 de diciembre de 2016

Las pesadillas de los jubilados . . . siguen . . .

“Ya jubilado, el Estado te divorcia y te descuenta Ganancias ”


OTRAS CARTAS. Voces, reclamos y esperas de jubilados


Trabajé en relación de dependencia ininterrumpidamente por 47 años (¡por suerte!) en este bendito país: me siento por eso un privilegiado. Y he pagado en la mayoría de dichos 47 años el Impuesto a las Ganancias, la famosa cuarta categoría, Ahora que estoy jubilado, me siguen descontando el Impuesto a las Ganancias. Realmente, es una verdadera estafa. Para colmo, me entero que una vez jubilado, ya no te consideran familia tipo, ni casado, o sea, tributás como soltero, dado que consideran que a esta edad ya no podés tener cargas de familia. O sea que el Estado, de hecho, te divorcia y te considera que ya no tenés hijos. Realmente, otro fraude.
Mientras la especulación financiera está exenta de impuestos, a la minería a cielo abierto se le rebajan las retenciones, además de todos los beneficios fiscales que se le brindan para que contaminen nuestros ríos y suelos, llevándose todo lo que encuentran y dejando sólo migajas para nuestro país.
Todos los candidatos, en las campañas presidenciales se llenaron la boca con que iban a hacer los cambios necesarios para implementar un tope adecuado, dado que hacía doce años que no se tocaba y que actualizarían las tablas famosas de Machinea.
Incluso la actual coalición de Gobierno, Cambiemos. Pero se quedaron en promesas. Sí, se acordaron enseguida de bajarle las retenciones al campo, que considero que lo necesitaban. Y también a las empresas mineras. Algo que francamente me parece escandaloso.
Espero que a la mayor brevedad posible, se pueda rever este tema.
Marcelo Bussolini
mrbussolini@fibertel.com.ar

Voces, reclamos y esperas de jubilados
Si ya es tremendamente injusto que a un jubilado se le descuente el Impuesto a las Ganancias, es aún mas injusto que se le descuente más que a un trabajador activo. Y es así. Siendo el mínimo no imponible tanto para el trabajador soltero como para el jubilado de $ 18.800. Y tomado como ejemplo una remuneración bruta de $ 30.000, al activo se le descuenta un 20% por la cargas sociales y al jubilado el 6% por la obra social, por lo cual el monto de la imposición de este último es un 14% más que la del activo y por lo tanto la carga impositiva es mayor.
En vísperas de la resolución legislativa de la reforma al mencionado impuesto y habiendo entre los proyectos conocidos uno que propicia la anulación del mismo para las jubilaciones ordinarias (no a las de privilegio), los jubilados estamos esperando su aprobación.
Raúl Pueta
raulpueta@yahoo.com.ar


Mas allá de pretender involucrarme en el conflicto político interno por el que atraviesa el ex director de la Anses, doctor Diego Bossio, hoy observo con total indignación e impotencia el ser nuevamente como jubilado, presa del uso irreverente a que nos someten una gran mayoría de los políticos en pos de agua para su molino. Este señor, que hasta hace exactamente un año, con su mejor cara de “yo no fui”, ante los reclamos permanentes de la clase más abandonada y ultrajada de la sociedad, los jubilados, expresaba que era imposible cumplir con esos incrementos, dado que “en el 70 % de los hogares de un jubilado ingresaban dos haberes” (jubilado y cónyugue), hoy aprecie la cruel realidad.
Ya fuera del cargo que ostentara en sus tiempos de ultra K, en un programa periodístico, dice ser el “autor de un proyecto de un inminente incremento del 15% de las jubilaciones”. Si bien este debería concretarse a partir de enero de 2017 y aprobado por ambas cámaras en las próximas sesiones extraordinarias, y sin veto presidencial, lo curioso es que quien hasta un año defendiera a ultranzas la caja oficialista, ahora advierte realmente las necesidades impostergables de nuestra clase pasiva.
Bienvenido sea este proyecto, pero resulta irritante tamaña voltereta para acreditar adeptos hacia su futuro político.
Mario Salvo
marosalvo@gmail.com

Todos claman y reclaman. Hacen piquetes, marchas y contramarchas. Todos tienen un sindicato o un gremio que los respalde.
Nosotros, los jubilados con la mínima, nada tenemos. Y preguntamos: ¿cómo se hace para vivir hoy en día con $ 5.491? Nos dirán que “se les dará un bono? ¿De cuánto, de $ 1.000? ¿Y cómo sigue la historia? El año que viene nos darán el aumento que por decreto fue fijado por la gran hacedora. Y seguiremos cada vez con más necesidades. La indiferencia con que se trata a la gente que ya no puede trabajar por su edad y debe jubilarse demuestra lo insano de una sociedad que solo sabe mirar su propio ombligo. Para muestra basta la palabra de aquel funcionario que dijo que no le alcanzaba para vivir $ 85.000 mensuales. Nosotros no lo ganamos ni en un año. Y por si se les olvida, seguimos siendo seres humanos cuando nos jubilamos, con las mismas necesidades y obligaciones: comer, vestirnos, ir a la farmacia, pagar gastos, reponer lo que se rompe, y también ... ¿por qué no?, hacer regalos a nuestra familia cuando llegue Navidad, porque por algo trabajamos, luchamos, cumplimos como ciudadanos.
No nos merecemos el lugar en la última fila que nos fijaron, usando el dinero que nos pertenece a su antojo y voluntad, no dejándonos ni siquiera las migajas.
Nelly Zugasti
nelvezug@gmail.com

Ha llegado el momento de debatir en el Congreso Nacional la reforma del siempre discutible impuesto a las ganancias.
La historia de esta ley confiscatoria de los salarios de trabajadores y jubilados es de larga data. Como elemento detonante y agravante en el año 1999 (sí, hace 17 años) se creó una famosa tabla conocida con el nombre del ministro que la implementó, Machinea. Ocurre que esa tabla nació en un momento en el cual, en nuestro país, había deflación y no el 40% de inflación como en la actualidad. Además, durante este largo período, los valores que allí figuraban no fueron actualizados. Lógicamente eso determinó que trabajadores con haberes exiguos pasaran a ser aportantes obligados por esa aberración legal. Más allá del concepto semántico de “ganancia” no aplicable a una retribución por trabajos realizados, se suma el hecho por el que se deduce que si esa tabla hubiera sido debidamente actualizada, actualmente, sólo estarían incluidos quienes percibieran sueldos cercanos a los $ 200.000.
Durante la campaña electoral del 2015, los candidatos presidenciales incluyeron entre sus “caballitos de batalla” la promesa de la eliminación de dicho impuesto. Cierto es también que la situación deficitaria de las arcas nacionales no permiten grandes erogaciones. Pero, una vez más, los políticos argentinos faltan a su palabra empeñada. La presión tributaria debe tener límites éticos. Han circulado en las redes sociales estadísticas comparativas con otros países con mayor imputación impositiva. Esas estadísticas son mentirosas pues ocultan decir cuál es el nivel de vida en esos estados donde los haberes percibidos permiten tener a esos ciudadanos poder de compra y dignidad, mientras que en la Argentina, un porcentaje altamente preocupante camina en el límite mismo de la pobreza.
Sepamos reaccionar a tiempo. Antes que la cuerda se corte.
Jorge Butera
jorgebutera@sion.com

El Gobierno actual no tiene culpa de lo ocurrido en los últimos 12 años. La experiencia y la vivencia me han dado esta oportunidad de expresarme, en plena vigencia mental y coherencia, no ofendo ni agravio, quiero que se entienda bien lo que digo: los jubilados tenemos votos, pero no voz para este y todos los gobiernos. No he visto que nos llamaran a los jubilados a una reunión con el Gobierno y de nuestra área para tratar nuestros asuntos.
Enrique Epstein
eme942@gmail.com


Mi esposa y yo estábamos jubilados y no pagábamos el Impuesto a las Ganancias, hasta que ella falleció y al cobrar ahora la pensión de ella me descuentan por dicho impuesto. ¿No será que es preciso reglamentar debidamente la ley vigente?
Francisco Cascone
francascone@yahoo.com


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